Taller de Rescate Básico en Cordillera

22.10.2025

INTRO

La montaña nos regala paisajes increíbles, pero también nos recuerda que los imprevistos existen. Desde que nació Cordada Chillán teníamos claro que, además de organizar salidas, queríamos dedicar tiempo a formarnos en seguridad y rescate. Así nació la idea del taller Rescate Básico: una jornada corta, pero intensa, para practicar lo que todos esperamos no tener que usar, pero que puede hacer la diferencia cuando algo no sale según lo planeado.

El objetivo no era convertir a nadie en rescatista profesional en cuatro horas, sino entregar fundamentos claros, simples y aplicables para actuar de manera ordenada ante una caída, una lesión o una desorientación en terreno.

I

Las semanas previas se llenaron de preguntas: "¿Necesito arnés propio?", "¿Qué pasa si nunca he usado una cuerda?", "¿Se requiere mucha condición física?". Repetimos muchas veces la misma idea: el taller está pensado para montañistas recreativos, no para expertos, y parte desde lo básico: evaluar la escena, no ponerse en riesgo y comunicarse bien con el grupo.

La mañana del taller nos recibió con cielo parcialmente nublado y una temperatura perfecta para trabajar en terreno. El lugar exacto se confirmó solo unos días antes, según las condiciones climáticas, manteniendo el foco en un sector seguro y accesible.

Comenzamos con una breve introducción teórica: principios de seguridad, rol de cada persona en una situación de emergencia y repaso de elementos esenciales del equipo. El pizarrón improvisado fue una roca grande, y los apuntes se mezclaron con termos de café y cascos recién ajustados.

II

Luego pasamos a la parte que todos estaban esperando: la práctica. Dividimos al grupo en equipos pequeños y cada uno recibió un escenario distinto para resolver.

En uno de los ejercicios, simulamos la caída de una persona en una pendiente suave. El equipo tuvo que organizarse: quién se encargaba de tranquilizar al "accidentado", quién evaluaba posibles lesiones, quién aseguraba el entorno y quién se ocupaba de avisar y pedir apoyo. Se repasaron maniobras simples de inmovilización y traslado corto, siempre priorizando no agravar la lesión.

En otra estación se trabajó el uso básico de cuerda, arnés y casco. Practicamos nudos sencillos, técnicas de aseguramiento improvisado y cómo asistir a alguien para cruzar un tramo más delicado del camino. Más que aprender movimientos complejos, la idea fue entender la lógica detrás del aseguramiento: anclar, revisar, comunicar.

Entre ejercicio y ejercicio aparecieron las risas, los "ya, vamos de nuevo" y también momentos de silencio concentrado. Varios comentaron que nunca habían tenido la oportunidad de practicar estas maniobras en un contexto guiado y seguro, y que se sorprendían de lo mucho que se podía mejorar solo con algunos principios claros.

III

La última parte de la jornada fue una especie de "simulacro integrado". Creamos una situación ficticia en la que el grupo debía aplicar todo lo visto: evaluación rápida, distribución de roles, comunicación clara, uso de cuerda cuando era necesario y decisión de si la "víctima" podía caminar acompañada o requería traslado.

No faltaron los detalles por afinar: alguien que olvidó avisar que se movía, un nudo que hubo que repetir, una indicación que no se escuchó a la primera. Pero precisamente ahí estaba el valor del ejercicio: equivocarse en un entorno controlado para aprender antes de enfrentarse a algo real.

Terminamos con una ronda de cierre, comentarios y preguntas finales. El cansancio era distinto al de una salida larga; esta vez lo que estaba más usado era la cabeza, no solo las piernas.

CONCLUSIÓN

El Taller de Rescate Básico se transformó en un hito dentro de la comunidad de Cordada Chillán. Más allá de las técnicas aprendidas, dejó instalada la idea de que cada persona en la montaña tiene un rol en la seguridad del grupo. Saber cómo reaccionar, cómo comunicar y cómo pedir ayuda puede ser tan importante como saber usar un piolet o leer un mapa.

Nos fuimos a casa con cuadernos llenos de apuntes, algunos nudos aún frescos en las manos y, sobre todo, con la sensación de estar un poco mejor preparados para acompañar a otros en la montaña. Porque al final, eso también es parte del espíritu de una cordada: cuidarnos mutuamente.

Participaron en esta salida:
Camila Riquelme – Coordinación de actividad
Armando Alcayaga – Guía de ruta
Luis Ramos – Apoyo en seguridad
Juan González – Registro fotográfico
María José Herrera – Logística
Paula Muñoz – Acompañamiento a participantes nuevos
Felipe Contreras – Apoyo en navegación